miércoles, 20 de enero de 2016

Papeles

Perder los papeles sin necesidad de enervarse en los estribos, publicaban los papeles de los diarios a voz en grito, quizás con la secreta intención de desbocar nuestros nervios, desprendiendo un aroma a naftalina y rancio.

Los papeles lo dejaban bien claro, dentro del guión general, cada uno tenía su papel en la opereta de la vida, pero al final todo el mundo olvidaba su diálogo o su pie de entrada, y se dedicaban a improvisar el mismo papel durante los días, meses y años que su propio ser decidiera mantener.

Las papelas por su parte costaban cada vez más, aunque les era indiferente si se abonaban en metálico con calderilla de monedas o un arrugado puñado de papeles. A pesar de que se manufacturaban con el material de las cada vez más caras revistas de papel couché, su precio final era ajeno a los movimientos macroeconómicos de los mercados internacionales, cuyo papel era claramente mantener a los ricos en los puestos de poder y a los pobres a raya y en su sitio.

Papeletas electorales se amontonaban en las urnas y los contenedores de reciclaje a partes iguales, el papel higiénico de las democracias modernas ni siquiera sirve como papel para el culo, que terminará irritado se use o no, e independientemente de la marca que se elija. Lo que no se puede negar es su capacidad absorbente, al más puro estilo del mejor papel de cocina: a partes iguales, se empapa de dinero público y deja seca la capacidad crítica del pueblo que lo ha votado.

Y mi papel en todo esto, a fin de cuentas, es empapelar la bitácora, rellenar los papeles de ésta simulación de diario ideario, embalaje de locuras que otrora fueran letras sobre papel.

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