lunes, 15 de febrero de 2016

Lagarteando

El sábado pasado, aprovechando un viaje a Vera (Almería), pude disfrutar sentándome un rato en la arena de la playa. Llegamos en plena ventolera, después de comernos un arroz con bogavante, a una de las playas de la zona. Salió el sol entre las nubes, y no dudamos ni un ápice en descalzarnos en cuanto llegamos a la arena, que nos recibió fresca y nos fue guiando lentamente hacia la orilla del mar. Amontonamos lo poco que llevábamos junto a las zapatillas, y nos mojamos los pies en el agua fría de febrero, jugueteando con las olas en su ir y venir, y riéndonos del resto del mundo, que no se estaba mojando los dedos en aquel momento.

Un par de minutos después, estábamos fumando, escuchando los secretos del mar y del viento, observando los amoríos de los cúmulos y los nimbos. Los rayos de sol se mezclaban con los céfiros y trataban de huir, esquivos. Tú te dejaste caer sobre la espalda, sonriendo un descanso en nuestro día libre, y yo dejé que mi mente se fuera lejos y nos mirase satisfecha.

Nuestras miradas decidieron que era hora de moverse, de buscar otros lugares para mirar el paisaje, y descubrimos, desde lo alto de la montaña, la playa del Algarrobico. Nos besamos antes del atardecer, y seguimos nuestra ruta hacia ése café tan cuqui que te recomendaron, donde hicimos un nuevo alto y nos dimos un nuevo beso y volvimos a seguir nuestro camino...

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