lunes, 7 de marzo de 2016

Costas de resaca

He llegado a las costas del lunes arrastrado por la resaca del fin de semana, junto a los restos húmedos de mi cerebro y mi dignidad. Estaban ésta mañana tirados junto a la cama, una alfombra de recuerdos vagos de los que no tengo mucha referencia, salvo algún flashback que me hace fruncir levemente el ceño. ¿Pasó en realidad?

No importa mucho, rápidamente el cerebro comienza de nuevo a formarse dentro de mi cráneo, rellena los huecos de memoria con las preocupaciones de lo desconocido, del futuro incierto que sigue su acecho. Como todas las mañanas, el proceso de arranque es lento pero rutinario. Comienzo a dejar que los párpados muestren la práctica totalidad del ojo a tiempo para la ducha, y para cuando llego al trabajo ya están plenamente abiertos, dispuestos a fijarse en los detalles que se escabullen por el borde de la visión.

El tercer café también hace maravillas con mi estómago, el servicio de la oficina puede atestiguarlo, y consigue sin quererlo que mi cabeza deje de prestar atención al trabajo. Quiere ponerse a escribir tonterías sobre una fiesta épica que abarca todo un fin de semana, cuando la verdad es que la resaca del sábado me dejó tirado hasta el domingo.

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