martes, 19 de noviembre de 2019

Sucia lluvia

Parece mentira que estemos en una de mi épocas preferidas del año, y no consigo sino contener a duras penas mis propias lágrimas. La lluvia ya no me limpia las ideas, ni el aire consigue arrastrar mi pena como lo hace con las hojas.

Todo parece anegado a mi alrededor, una ciénaga húmeda y oscura, cubierta con un manto de hojas muertas. Las ramas secas de los árboles, crepitando con los vaivenes del aire, raspan y chocan las cortezas, en un lamento continuado salpicado de crujidos.

El frío va cambiando las pequeñas gotas, náufragas en medio del viento, en copos de nieve. Pequeñas y sucias estrellas de hielo, miserables y apelotonadas en ráfagas discontinuas, van chocando contra la ventana. Se acumulan bajo la mirada perdida, y sin encontrar apenas contacto con el cristal, se funden en una masa de escarcha gris.

Mi pobre razón vuelve, una vez más, a arrastrarse por el mismo barro de recuerdos, de sueños medio olvidados y suspiros en el silencio, en la penumbra de otro día gris oscuro.

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