lunes, 14 de octubre de 2019

Tardes Repetidas

Sin hacer nada, otra tarde pasa, dejando atrás otra mañana de hacer nada. Dejando que vayan escurriéndose los minutos del día, a través de las tenues nubes de humo que liberan, inexorablemente, los cigarrillos que van llenando el cenicero y las horas.

De nuevo he pensado en ti, en qué podría haber pasado... y vuelvo a dejar entrar en mi pecho la tristeza de saberte tan lejos. Vuelvo a tumbarme, mirando el techo, y dejo que mis ojos recorran, de forma aleatoria, cada pequeña imperfección. Mi cabeza vaga sin rumbo de un recuerdo a una fantasía, de algo que fue a algo que nunca será.

Me incorporo otra vez, buscando la verticalidad, otro cigarrillo y una lata de cerveza. También me apetece una caricia que sé que no tendré, un leve roce de una piel ajena, unos labios acercándose a los míos, recorriendo cada pequeña muesca del pellejo, haciéndome perder la noción de la realidad y del tiempo. Me conformo con el tabaco y la cerveza, y asomado a la ventana compruebo que el cielo de la tarde ha dejado paso al oscuro techo de la noche.

Aún pasarán varias horas hasta que me deje vencer por el sueño, horas que pasaré imaginando cómo sería despertar junto a ti cada mañana, saborear tus labios y tu piel; cómo sería compartir el café de cualquier mañana de invierno, mirando el mismo horizonte a través de la ventana; especulando hacia qué lado del sofá nos tumbaríamos a ver una película, acurrucados bajo la manta...

¿Cómo habría sido todo, si no me hubiera ido? ¿Nos habríamos dado el capricho de dejarnos descubrir en la adolescencia? ¿Habríamos empezado con un roce de manos, en algún cine? Son tantas las preguntas, las hipótesis, tantas posibilidades perdidas entre los cojines de la distancia, y tan poco el valor para poner voz a lo que siento.

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