jueves, 7 de noviembre de 2019

Tristeza perenne

¿Por qué derroteros se derraman tus caricias? ¿Dónde conseguirás que se posen tus dedos?

Cada mañana pienso en el incomparable amanecer que me podría traer tu mirada, recién abierta al mundo, si no fuera por la inconmensurable distancia que nos mantiene, como una dualidad inexorable, inevitablemente separados.

Cada noche sueño con mirarte y abandonarme a la inconsciencia, con acercar nuestros cuerpos con mil excusas diferentes, con mil maneras de rozarnos. No puedo evitar soñarte, y tampoco estoy muy seguro de querer alejar mis pensamientos de tu dirección.

¿Por qué mis dedos no consiguen siquiera rozarte? ¿Dónde se pierden mis palabras, si no es en mi mente?

Quizás debería dejar de cercenar lo que lleva creciendo en mis pensamientos demasiadas lunas, es una lucha futil que me empieza a pasar factura. Ya me está costando demasiado, en salud mental y física. Me siento exhausto y al mismo tiempo, no soy capaz de descansar bien, de conciliar un sueño reparador que me haga levantarme, de nuevo, pletórico de energía.

Mis ganas de empezar un nuevo día se disipan, como las nubes sobre una montaña cuando empieza a calentar el sol, cuando descubro al abrir los ojos que sigues sin estar a mi lado. La soledad y la tristeza me inundan, y con ése peso, me obligo a salir de debajo de las mantas. Me enfundo los pies, y arrastro ése peso lo que queda de día.

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