miércoles, 11 de diciembre de 2019

Arrastrando sonrisas

Parece que la melancolía no me termina de dejar tranquilo, se alterna con momentos de distracción, un poco más alegres, pero son escasos, o eso me parece.

Es cierto que, en la oficina, o en las reuniones sociales, apenas dejo que se note. No quita que ciertas personas, un poco más empáticas que el resto, se den cuenta de que algo no termina de funcionar dentro de mi cabeza. Llego a cualquier sitio con gente, y me pongo la media sonrisa como quien se quita un gorro de lana.

Es algo automático, que no termino de controlar. Como un escudo permanente, he aprendido al menos a no forzarlo, a no tirar de humor con tanta facilidad como hacía cuando era más joven. Si se fuerza algo, termina por romperse. En el caso de mis risas, terminan por partirse en lágrimas. Cuanto más esfuerzo invierto en disimular, peores resultados obtengo a nivel emocional, y es cuestión de días.

Puede que esto os preocupe en exceso, puede que os importe lo mismo que una hoja cayendo de un árbol. Ignoro cómo saldré ésta vez del bache, pero tengo claro que lo superaré, como hago siempre. Sé que es cuestión de darle otra vuelta, retorcer un poco más lo que sea que me ronda, hasta conseguir fijarlo y buscarle una solución.

Mientras tanto, seguiré con mi rutina, despertándome tempranérrimo, yendo a currar y volviendo a casa, intentando viajar un poco más, arrastrando los pies o avanzando a trompicones, al final, lo importante, es sentirse bien.

Archivo de la bitácora