jueves, 26 de diciembre de 2019

Cumbres borrascosas

No, tranquilidad, no voy a hablar del libro de Emily Brontë. Hablaré de las vistas que puedo disfrutar desde el salón de Villa Kampirri, de cómo hay ocasiones en que las nubes del cielo se separan de la niebla, que parece bañar los montes cercanos como si fuera espuma, deslizándose entre las copas verdes y grises de los pinos.

De cómo hay veces que me quedo ensimismado, paseando la mirada sobre el bosque hacia el infinito, hacia el valle que se abre en dirección sur, hacia el Puente Mocha. Paso de fijar la vista en un pino que sobresale, a un pájaro que busca refugio del viento en el olivo que tengo junto a casa. Las ramas se mecen al aire, y me doy cuenta que está comenzando a llover. Una leve e imperceptible cortina de diminutas gotas, ha cubierto por completo el suelo de agua y charcos, repiquetean de vez en cuando en el patio, suenan palmaditas de agua que caen del tejado.

Las nubes se han acercado a la niebla, ya no hay casi forma de distinguir dónde empieza una y termina la otra. Ahora todo se ha vuelto difuso, apagado por una capa gris hasta donde se pierde la vista, y ya no hay pájaros volando, ni cielo para sustentarlos. Sólo griseza alrededor de casa.

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