martes, 26 de febrero de 2019

Saliendo pronto

Cuando te toca madrugar casi como si tuvieras que poner las calles, día tras día, al final el cuerpo se acostumbra. Llevo los últimos días levantándome antes incluso que mi despertador, y todo para poder llegar temprano al trabajo y poder aparcar relativamente cerca de la entrada.

Acostumbrarse a un horario no es tan duro, sobretodo teniendo en cuenta que a las 17:00 termina la jornada (o las 15:00 los viernes) y vengo llegando a casa, con luz diurna y tiempo para poder hacer cosas. Por lo general ésas cosas se traducen en tomarse un par de birras, ver capítulos de alguna serie, o hacer nada mientras llega la hora de irse a dormir.

Salir pronto de casa implica dar una buena bocanada al frescor matutino cuando aún no asoma el alba en el horizonte, significa no tener tanto tráfico como cuando entraba a las 10:00 en Ventas, y ver algún animalillo cruzar fugazmente el asfalto de la carretera, o disfrutar del amanecer mientras se apura el cigarrito de antes de entrar a la oficina.

Cuando sales pronto la vida parece mejor.

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