lunes, 30 de diciembre de 2019

Ensoñaciones matinales

Transcurren mis días en la rutina: amanezco demasiado temprano y demasiado sólo, me cafeíno el sopor y entro a la ducha. Ya con el disfraz de trabajador formal puesto, me encamino a la oficina, con la abulia que siempre me alcanza cuando las tareas son repetitivas. Una vez llega el final de la jornada, vuelvo de nuevo por el mismo camino hacia el punto de origen. Algunos días, paro a hacer compra, pero la mayoría es un viaje de ida y vuelta sin paradas. Madrugar, ir a la oficina, esperar a que llegue la hora de salir aguantando a ineptos e idiotas, volver a casa, quedarme dormido viendo películas o series, repetir.

Cuando salgo, la oscuridad rodea la carretera, sólo se ve la Luna y algunas estrellas en el cielo negro, alguna surcando el infinito, y la parte de vegetación que cubre los arcenes de la carretera, en los bordes fugaces, bajo la iluminación de los faros. Es demasiado temprano para cualquier cosa, y salvo algún animal silvestre, o algún otro conductor agraciado con madrugar (o trasnochar, según se mire), suelo ir sólo gran parte del camino.

En ocasiones, tras un momento, me sorprendo en algún punto del camino sin recordar el último par de curvas, ensimismado en pensamientos sobre compartir el trayecto con mi sobrino, charlando sobre lo que podría ver por la ventanilla (¿quizás algún corzo, entre los pinos de la Almenara?), o sobre qué es lo que le gusta más, además de leer. A veces, imagino que la cola de zorro que he visto cruzando la carretera, es en realidad algún ser mitológico, de esos que poblaban los pueblos de nuestros antepasados. Un pequeño duende, utilizando la cola de algún zorro como parte de su camuflaje, dispara mi imaginación durante quizás 30 segundos que dan para verle huir hacia un poblado en medio de alguna vaguada, entre 2 ó 3 encinas centenarias, salvaguardado por zarzales impenetrables. Una pequeña sociedad silvestre, subsistiendo en algún rincón invisible, a escasos kilómetros de la casa más cercana.

La ráfaga de otro coche circulando en la dirección opuesta me saca de mi imaginación, me vuelve a sentar al volante, camino del trabajo. Le doy otro trago al café, y continúo.

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