Decía que me di cuenta de algo, y era que ya eran varias las noches que soñaba contigo a mi lado. Al despertar, claro, seguía sólo en aquella enorme cama, en aquella casa que respiraba vacío y libros. ¿Por qué en aquel momento? ¿Por qué de forma tan recurrente volvías? Tal vez mi cerebro, cansado de esperar a que te dijera lo que llevo tanto tiempo callando, le hubiera encargado a mi subconsciente la tarea de hacerme llegar el mensaje. Tal vez lo que siento sea tan sólo un paso puntual en un amor platónico, imposible o, al menos, inalcanzable por nuestras situaciones personales. Un momento de soledad intentando agarrar más memorias, más momentos de la preadolescencia en los que era feliz mirándote.
No sé siquiera si te llegará ésta entrada. Si te darás por aludida, o si merece la pena intentar... ¿qué? Lo único que tengo claro es que necesito saciar mi curiosidad, saber con certeza que tu piel es lo suave que parece, que tu sonrisa es natural y libre, como el arroyo de montaña en el que alguna vez nos mojaremos los pies. Quiero confirmar si amanecer a tu lado es la agradable rutina que busco, el plácido descanso de quien se sabe en su hogar. Preparar dos desayunos y compartir el último sorbo de café de la misma taza. Pensar en planes con los que llenar las horas, si no nos apetece quedarnos fundidos en la cama o el sofá... Tantas cosas que no hemos hecho, repitiéndose en mis sueños nocturnos. Tantas veces pensé en decirte...
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