jueves, 16 de septiembre de 2010

Paseando por el cono Sur (II)

Nos habíamos quedado llegando a San Pedro de Atacama, aún en Chile, y teníamos reservadas un par de noches (bueno, mejor dicho tres). El plan era hacer alguno de los múltiples tours que se ofertan en las cienes (esto es un poco exagerado) de empresas dedicadas a atender a toodos los guiris. Lo único que teníamos claroo era que pasábamos del Salar de Atacama porque íbamos a ver el de Uyuni (mucho más grande).
Finalmente, terminamos cogiendo todos los tours con la misma agencia, y nos tocó, de hecho, el mismo chófer: un tipo trofollo llamado Alfredo. Creemos que era el peor guía, porque los demás bajaban con los turistas, les contaban casi todas las cosas de los lugares a visitar, y éste se limitaba a llevarnos en el minibus, dejarnos en un sitio para que nos hincháramos a hacer fotos, y recogernos en otro. Bueno, estoy siendo un poco injusto, porque sí nos contaba cosas de los sitios visitados, nos llevó a algunos sitios donde no iban los demás tours, y nos tenía preparado al final de la visita de turno un refrigerio: café y bollitos, o algo salado, y el siempre imprescindible Pisco Sour (léase Pisco Sauer).
El orden de visitas fue:
- Pukara de Quitor. Una fortaleza de los incas, donde resistieron hasta el último día a los invasores españoles. Está enclavada en un monte de roca rojiza, y se ven las ruinas de lo que era la distribución: habitaciones redondas hechas con la misma piedra roja, lo que la hace invisible hasta que no estás prácticamente en ella. Se paga una módica cantidad para visitarla, aunque realmente nadie mira si subes sin pagar. El ascenso se hace en un periquete, y se divisa gran parte del valle, y el impresionante Volcán Licancabur, junto con toda la cordillera que sirve de frontera con Bolivia. Está a unos tres kilómetros de San Pedro, y para ir hasta allí, nos alquilamos unas bicis (Trek 4500 para más señas). Después de bajar, nos acercamos a una cueva cercana, y hasta entramos dentro. Bueno, entraron Laura y Gabi, sin linterna ni nada, a medio camino Gabi se dio media vuelta, y Laura siguió con unos muchachos que se iluminaban el camino con la pantalla de la cámara digital. Salió Gabi y entró Rubén, ayudándose con un mechero, llegó hasta el final de la cueva (de unos 50 metros en absoluta oscuridad), y se encontró a Laura, a los 3 nuevos amigos, y una abertura a 20 metros del suelo por donde se veía el cielo azúl de San Pedro. Cuando salímos los cinco (por el ojete te la hinco), estábamos llenos del polvo de la cueva, de ir palpando el terreno más que verlo. Nos despedimos educadamente, y nos volvimos a San Pedro, no sin antes hacer unas cuantas fotos de, por ejemplo, las cabezas talladas por los incas, en la roca de la ladera donde está la cueva.
- Valle de la Muerte. O Valle de Marte, como nos dijo el guía. Parece ser que hubo un error en la traducción de cierto curilla, ya que fonéticamente suenan parecido, se quedó con el nombre tétrico. Y le viene como anillo al dedo, no os digo más.
- Valle de la Luna. Como su propio nombre indica, el paisaje es casi-lunar (excepto por los cráteres): ni rastro de vegetación o fauna. El sitio es espectacular, ya que dentro del valle está la Gran Duna, que ahora tiene prohibido el acceso debido, principalmente, a un par de muertes accidentales de turistas. Se puede subir por un lateral de la duna, y se ve el atardecer sobre las montañas, que cambian de color hasta dejar el valle en sombras. Para hacerse una idea de cómo era aquella zona hace cienes de miles de años, cuando se comienzan a levantar las sombras contra las montañas, queda todo en penumbra, y puede uno imaginarse aquella extensión de terreno llena de agua, como si un gran lago apareciése ante los ojos.
- Geiseres del Tatio (y el pueblo de ---). Aquí nos metimos un buen madrugón, nos recogían a las 4:00 am, porque se tarda una hora en llegar, y porque la actividad geotérmica se acaba cuando el sol lleva un rato calentando. Es increíble el frescor que llega a hacer a casi 4500 metros sobre el nivel del mar, a horas tan tempranas: -18ºC. Los geiseres lanzan chorricos de vapor que, no vamos a engañarnos, queman, pero la humedad se te pega a los pelos congelándose casi al instante. 30 minutos de paseo por el campo geotérmico después, Alfredo nos tenía preparado el desayuno potente que necesitábamos: huevos cocidos al cráter, café y leche calentitos, palmeritas, frutos secos... Tras esto, nos fuimos a ver el "geiser de chocolate", un agujeros de un par de metros, con barro líquido hirviente, y una piedra que suelta vapor y gotas de agua como si fueran pequeños fuegos artificiales. Otra vez al minibus, y a las termas (donde me dí un chapuzón a 37ºC). One more time al minibus, y pos el camino pudimos ver llamas, gaviotas, y unos patos, cómo decirlo, peculiares. Paramos en un pueblito de 10 casas y 2 habitantes, y me dí el capricho de comerme una brocheta de carne de llama, que viene a ser como la ternera, pero más tierna y sabrosa. Claro, lo hace un señor en su parrilla "hand made", sin parar de meter y sacar pinchos a todo guiri que se interesara en comer tan suculento manjar. Ya de vuelta a San Pedro, Alfredo tuvo el detalle de hacer una parada en el camino y enseñarnos un arbusto lleno de púas que, haciéndolo en infusión, te deja más tranquilo que 4 canutos de yerba.
- Laguna Céjar y Los Ojos del Salar. La laguna, con una salinidad mayor que la del Mar Muerto (nos dijeron que era del 70%), te permite flotar si te metes, pero el agua estaba fresca, y sólo Gabi se atrevió a descalzarse y pasear por la orilla. Una parte está restringida, ya que los flamencos suelen anidar allí, y a lo lejos pudimos ver un par de ellos. Los Ojos el Salar son 2 agujeros, casi idénticos, uno unto al otro, que parece ser fueron medidos por el Comandante Cousteau hasta los 80 metros de profundidad. No sé si se cansó de nadar para abajo o tocó fondo. Hay teorías que dicen que Dios le hizo un "piquete" al Salar, alguno dice que cayó un meteorito y rebotó, pero yo creo que son los desagües por donde se fue toda el agua que cubría Atacama hace millones de años.
Y nos fuimos a Uyuni. Contratamos un tour de 3 días (y 2 noches), nos cambiamos del minibus al 4x4 en la frontera Chile-Bolivia, y nada más empezar pinchamos. Cambiada la rueda, fuimos viendo numerosas lagunas, flora y fauna, pero quedará la historia para una próxima entrega, por ésta misma bitácora, cuando se me antoje necesario concluir el viaje.
El conejo... digo, el consejo de hoy es, si vas a dejar de fumar, piensa en todos los hedores que pueblan el mundo moderno y cómo afectaran a tus fosas nasales sin nicotina ni alquitrán.

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