viernes, 4 de marzo de 2016

Abrazos cafeinados

Me sueltan los brazos de Morfeo otra mañana y mi cuerpo, involuntariamente, se deja caer en los brazos del café. Me besa el cerebro y millones de neuronas adormiladas entran en éxtasis. Mis pupilas comienzan a abrir los párpados, cada vez más livianos, se expanden como fuegos artificiales a través del iris y comienzan a enfocar nítidamente en todas direcciones.

Al llegar a la oficina, otro abrazo en vaso de plástico y regusto amargo. Es una relación furtiva pero constante, un rito de cortejo que sucede todos los días. Mi amante me acompaña en los momentos de estrés y de relax, cuando más carga de trabajo tengo y cuando me puedo permitir estar un buen rato desayunando o fumando un par de pitillos. Calienta mi mano con su tacto y mi cuerpo con sus caricias, derramándose por mi interior como el néctar de la sabiduría.

Y como en tantas relaciones enfermizas, a veces, me planteo si no sería mejor dejarlo una temporada, darnos un tiempo para probar otras cosas, acallar rumores del mal que me está haciendo caer tan a menudo en sus brazos...

jueves, 3 de marzo de 2016

Vomitar alegría

Caen el sol y las botellas de cerveza vacías, se suceden los cigarros acompañando el ir y venir de la bandeja, y la camarera que la sostiene suspira de nuevo sus ansias de terminar. El cenicero, sepultado bajo una montaña de escombros nicotinados, aprieta su contenido de cenizas ante la nueva colilla mientras observa impasible la degeneración, cómo se va corrompiendo mi sonrisa en una mueca, hasta que finalmente vomito mi alegría indiscriminadamente. Parece que la camarera no era la única que tenía ganas de salir pronto hoy...

Me he ganado la amistad de medio bar al rociarlos con mi última comida y bastantes cervezas, la camarera se enamora de mi capacidad de expulsión estomacal al instante, la multitud aclama al campeón de regurgitado extremo.

Desesperando al destino he conseguido beberme campos de cebada, manchar la reputación del suelo y mis zapatillas con la mitad de mis tripas, he asfaltado mis pulmones con paciencia y alegría. No vendrá la inevitabilidad, y desconozco si es porque llegué tarde yo, o porque no merezco su atención,

Mañana dará igual, abrazado a la resaca, la importancia de las cosas habrá disminuido considerablemente, el sentido de todo que ayer relucía por su simpleza y obviedad será un mero rumor, reptando por las esquinas de la habitación. Los tentáculos del sol han vuelto a invadir todo el terreno de las estrellas, y donde aguantaba estoicamente un ejército impasible de botellas vacías, conviven hoy en paz las tazas de café con las risas de los niños.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Presos pesados

Encarcelados, no todos los tamaños se corresponden con lo que se ve realmente. No me refiero a las medidas físicas de la prisión, sino a las medidas relativas de los prisioneros, porque a pesar de que la gran mayoría de ellos lo son por delitos comunes, sean flacos o gordos, los reyes del patio son los menos, los encarcelados por delitos fiscales, los pesos pesados del mangoneo y el robo.

Entran o salen entre una nube de periodistas, con su ropa de marca y cara de indignación, mirando con desprecio mientras recuerdan sus abultadas cuentas y numerosas posesiones. Comentan a cámara lo injusto de su sentencia, o las contramedidas a tomar en el juicio, mientras el resto de presos no tienen voz ni presencia.

La masa encarcelada no es más que el reflejo de la misma sociedad: el 99% son como tú o como yo, mientras que el 1% restante es la representación de la clase política, los empresarios y los banqueros. La mayoría va raspando sus días en la pared de la celda, la minoría se conforma con hacerlo en su smartphone. Casi todos usan la misma ropa semana tras semana, casi nadie puede darse el lujo de caer bien regalando su gastada ropa de marca a otros presos. Unos enlazan condenas y penas, otros teatrillos judiciales y lujos millonarios.

Mientras unos pocos se reparten el pastel, el resto nos conformamos con vigilar el jabón.

martes, 1 de marzo de 2016

Derroteros cotidianos

Cada día los mismos caminos en modo automático, sin que nuestro cerebro perciba la rutinaria derrota de nuestra vida. Cada día seguimos en busca de la esperanza, rebuscando por los rincones invisibles al resto.

Un camino que no habíamos visto se abre de repente en un lateral de nuestra ruta, un sendero apenas perceptible que no muestra su destino, su transcurrir al margen de lo conocido lo hace misterioso y tentador, ¿por qué no arriesgar un desvío de lo cotidiano? Un simple paso basta para abandonar la confortable seguridad de lo sabido, para cambiar nuestro rumbo fijo por una deriva a la aventura.

Descubrir por sorpresa que lo que aparentaba ser una suerte de espinos enmarañados desemboca en un prado florido, o atraviesa un bosque repleto de luces cálidas y sombras amables. Un paisaje abierto ante nosotros, de repente, nos recuerda lo pequeños que somos al tiempo que nos llena de fuerza y valor para explorarlo.

Quedan tantos caminos y derroteros que recorrer, tantas sendas y rutas por conocer, tantos paisajes con los que extasiar nuestras miradas, que el delito sería seguir siempre por el mismo camino, día tras día, hasta alcanzar la muerte.

lunes, 29 de febrero de 2016

Batallas diarias

Desconociendo el futuro, la futilidad de todo ante la finitud de la vida, seguimos armándonos de coraje y café para salir cada día del confortable refugio de nuestras sábanas. Sin escudero que nos ayude, nos ponemos nuestras armaduras modernas llenas de logos y marcas, y cabalgamos a lomos de corceles individuales o colectivos hacia la batalla, mezcla de rutina y gloria que a final de mes nos otorga nuestro estandarte y recompensas por las victorias diarias.

Vamos ciegos a la carga, sin ver al resto de combatientes, sean o no de los nuestros, porque cada batalla es individual a pesar de que la guerra es general y total. Toda la tropa, al menos los rangos más bajos del escalafón, desconfía del resto de soldados y peones, mientras los altos cargos saben de sobra que están a salvo de las auténticas refriegas, aunque de vez en cuando tengan de contar la batallita de aquella cicatriz, orgullo de sus recuerdos, como si no hubieran cambiado los vientos y su parecer desde entonces.

Nos derrotan cada día aunque tengamos sensación de victoria y libertad ganada, porque al día siguiente, vuelve la inevitable futilidad de un nuevo fragor, una nueva escaramuza sobre el terreno enmoquetado, otra emboscada sobre los andamios mientras los "charlies" están ocultos en sus oficinas y búnkers, ametrallando precariedad y calderilla como si estuvieran haciendo un favor a alguien. Cada día, esperanzada, alza la vista la carne de cañón, mirando el horizonte de ascensos que no supondrán sino nuevos sacrificios, un trueque de ilusión y felicidad a cambio de censuras e hipocresías.

Tal vez aún haya tiempo para cambiar la mentalidad, enfocar la guerra no sólo desde nuestra batalla, sacar la mirada fuera de la trinchera, sin arriesgar la cabeza, para ver algo más del campo que se extiende ante nosotros. Imaginar nuevas tácticas en vez de seguir órdenes absurdas y carentes de lógica para nuestra victoria personal, pero no para la del mando. No suelen coincidir los intereses de los rangos, mucho menos a mayor distancia entre ellos. Sería bonito que toda ésa tropa, de repente, viera quién es y dónde está el verdadero enemigo, descubriera que han estado luchando contra sus camaradas, en vez de contra los dragones disfrazados de salvadores, tiranos encubiertos haciendo las tareas sucias del contraespionaje terrorista.

Y habrá un día en que todos...

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