martes, 23 de mayo de 2017

Viajero familiar

Hace más de un mes que volví de mis vacaciones en Chile, poco más de 10 días pasados en compañía de (quién iba a decírmelo hace 10 años) mi hermana y su familia. Pude disfrutar como un enano de mis sobris: Mario y sus 6 años, Lucía y sus escasos 5 meses.

Me ha sorprendido muy gratamente estar en su casa, disfrutar de la calidez de un hogar construído con mucho cariño, y de las visitas acompañando a mi hermana en lugares en los que otrora estuve caminando en otras compañías.

Redescubrir la populosa y contaminada ciudad de Santiago de Chile, en ésta ocasión desde dentro de un coche, o acompañado por pequeñas personas a las que cuidar y animar. Compartir un café con mi hermana, con quien no hace tanto me llevaba a rabiar, y descubrir que nos queremos más de lo que nos gusta aceptar. Charlar con mi cuñado de temas laborales, sin tener que estar de acuerdo en todo, pero con ése respeto ganado a través del tiempo y la confianza.

Qué decir de la sonrisa de la pequeña, sin un sólo atisbo dental, pero con una luminosidad que hace honor a su nombre. Qué obviar de la alegría del mayor, con sus inquietudes en forma de pregunta y sus observaciones en forma de comentarios.

Pasear. Dibujar y leer con Mario, descubrir que crecen más rápido de lo que a primera vista parece, no sólo por fuera, si no también por dentro de sus cabecitas. Aprender con ellos a jugar de nuevo, a buscar otras formas de hacer las cosas, o cómo una simple pregunta me ha hecho plantearme a mi mismo (y mis inseguridades). Promesas de futuras visitas, dejar de fumar, leer juntos de nuevo...

Aún no ha aterrizado el avión y ya les estoy echando de menos. Aún ésta entrada es un mero borrador, y ya tengo necesidad de volver a achuchar a todxs...

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