viernes, 19 de febrero de 2016

Encajado

Encajado en una realidad que no termina de convencerme, cojeo de lado a lado buscando algo que me sostenga y me permita navegar entre la desidia, una caja sirviendo de bote salvavidas para un producto de la degradación.

La enajenación empaquetada de nuestro día a día, va ganando sitio en el cajón de las medicinas, que hace tiempo desencajaron el golpe mortal a las hierbas curativas tradicionales. Ahora prima que nuestros ahorros de las cajas y bancos no sean realmente nuestros, es preferible que la caja la hagan las empresas a que podamos simplemente vivir tranquilos.

Y caja sorpresa tras caja sorpresa, nos salta una y otra vez a la cara un estrambótico muñeco, marionetas en representación de intereses titiriteros que no quieren ser representados, para recordarnos subliminalmente que, tarde o temprano, acabaremos todos en una caja.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Mañanas frías

Amanece el frío invierno a finales de Febrero, con la resaca tardía, cogiendo por sorpresa las primeras flores del año. La noche ventosa se ha llevado lejos las nubes, ha traído la calma fresca de la orilla del mar al aroma del café caliente.

Aún duermes entre las calientes sábanas que nos han arrullado, con el pelo tapando un poco tu cara, y sonrío a tus suspiros, a los sonidos que se escapan de tus sueños a través de tus labios. Los abrazos que nos arroparon durante las horas nocturnas se quedan en la almohada, vigilando oníricas amenazas y esperando ver abrirse tus ojos.

Me tengo que ir a trabajar, dejar la comodidad del pijama y la belleza de mirarte, y salir a la mañana fría que me separa de tu piel. Arrastro las escasas ganas que tengo y las obligo a vestirse para enfrentar la jornada, con esfuerzo consigo meterlas en el abrigo y salgo de casa, deseando con mucha fuerza que el tiempo pase de prisa y lleguemos pronto al momento de juntarnos de nuevo.

lunes, 15 de febrero de 2016

Lagarteando

El sábado pasado, aprovechando un viaje a Vera (Almería), pude disfrutar sentándome un rato en la arena de la playa. Llegamos en plena ventolera, después de comernos un arroz con bogavante, a una de las playas de la zona. Salió el sol entre las nubes, y no dudamos ni un ápice en descalzarnos en cuanto llegamos a la arena, que nos recibió fresca y nos fue guiando lentamente hacia la orilla del mar. Amontonamos lo poco que llevábamos junto a las zapatillas, y nos mojamos los pies en el agua fría de febrero, jugueteando con las olas en su ir y venir, y riéndonos del resto del mundo, que no se estaba mojando los dedos en aquel momento.

Un par de minutos después, estábamos fumando, escuchando los secretos del mar y del viento, observando los amoríos de los cúmulos y los nimbos. Los rayos de sol se mezclaban con los céfiros y trataban de huir, esquivos. Tú te dejaste caer sobre la espalda, sonriendo un descanso en nuestro día libre, y yo dejé que mi mente se fuera lejos y nos mirase satisfecha.

Nuestras miradas decidieron que era hora de moverse, de buscar otros lugares para mirar el paisaje, y descubrimos, desde lo alto de la montaña, la playa del Algarrobico. Nos besamos antes del atardecer, y seguimos nuestra ruta hacia ése café tan cuqui que te recomendaron, donde hicimos un nuevo alto y nos dimos un nuevo beso y volvimos a seguir nuestro camino...

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