viernes, 31 de marzo de 2017

Porque puedo

Doscientas entradas de temas variados, estados de ánimo, recomendaciones para lectores inquietos, tontunas a carretadas... Lo que me venga a la cabeza y sea capaz de pasarlo vía teclado a palabras más o menos coherentes, de eso escribo. Lo hago porque me apetece, porque me sirve para liberar tensión mental, para relajarme, por sacarme una idea idiota que siento la necesidad de compartir, pero sobre todo porque puedo.

Porque me paso el día delante de un teclado, y eso siempre deja la posibilidad de escribir algo ajeno a los quehaceres del trabajo. No quiero decir que por escribir en el blog deje de hacer mis tareas, pero sí que me facilita el plantear un borrador rápido, anotar alguna cosa y esperar a que madure o sea descartada definitivamente en medio de algún documento archivado. Es el equivalente a llevar una libreta y un lapicero en el bolsillo de nuestros antecesores.

Puedo porque vivo en un "país desarrollado", sobretodo en mostrar descaradamente el rostro más salvaje de la sociedad capitalista y, sin dejar de sonreir a la cámara, pasar de un atentado en vaya usted a saber dónde a la gala benéfica con alguna estrella del deporte entre los invitados... Seguramente no podría hacerlo con la libertad que disfruto si hubiera nacido en Palestina, o si fuera una mujer mapuche, o si tuviera que estar cosiendo ropa para el señor Amancio Ortega en algún cobertizo de Bangladesh desde los 10 años...

Puedo escribir cuando me apetece, puedo ir puliendo una idea y terminar escribiendo algo completamente distinto a cuando me cruzó la cabeza. Puedo porque tuve buenas profesoras en el colegio, que no sólo dictaban, si no que se preocupaban porque aprendiéramos a leer anticipando por el rabillo del ojo la palabra que venía a continuación, a pronunciar bien la frase que leíamos y sobre el resto, a entender lo que estaba, negro sobre blanco, ante nuestros absorbentes cerebros. Valgan éstas humildes líneas para agradecer a Mirta, Alicia, Lola, Cristina, a todas las maestras, desde Malena (que ya en parvulario nos enseñó las letras y a leer las primeras frases), a todas ésas profesoras que me enseñaron y acompañaron a lo largo de mis años de estudiante: GRACIAS.

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