jueves, 21 de enero de 2016

Historietas

Mientras garabateaba sobre el papel monigotes abocetados al azar, se puso a recordar en sus pensamientos de la lejana infancia cuándo descubrió el gozo de leer tebeos, en qué momento o con qué historieta se enganchó su cerebro y se hizo adicta su imaginación.

Recordaba una gran colección de tomos pequeños, todos con el mismo lomo amarillo y aparente desgaste, que una vecina había regalado antes de nacer él a su madre, por lo menos había doscientos números, prácticamente sin faltar ninguno, de "Don Miki", los tebeos publicados por Disney para seguir sacando dinero a los incautos que dejaban a sus retoños educarse en la carencia de figuras paternas/maternas. No, no fue con ésos tebeos que devoraba día y noche con los que su imaginación volaba. También había un par de bolsas grandes, con los "Mortadelo" del abuelo, mezclados con algún otro número de "13, Rue del Percebe" o "Sacarino". Ahí sí había miga, absurdez y humor disparatado a raudales, ahí sí se iba la imaginación de viaje sideral y tardaba en volver la lógica de su retiro estratégico.

En ése momento empezó la magia, descubrir que incluso estando en soledad se puede disfrutar de muy buena compañía. Luego llegaron los cómics americanos, "La Patrulla X", "Los 4 Fantásticos" y "Spiderman" que me dejaba leer un primo de mi madre, los "Creepy" y demás almanaques que florecían en los kioskos de los 80, y mi primer tomo de tapa dura: "Star Slammers", una aventura espacial con tintes metafilosóficos sobre la unidad del Universo y las vidas que lo componen. Dibujado de una forma que para mi era novedosa por Walter Simonson, que ya me dejó alucinado en alguna historia de Thor con Surtur de por medio. El tipo multiplicaba el número de viñetas por página, no eran todas cuadradas, ni siquiera seguía el mismo tipo de separación entre ellas en una misma página, el dibujo continuaba y cambiaba al mismo tiempo entre varias...

Luego ya llegarían el resto: el "Batman: Año Cero" que me regalaron en un cumpleaños, las incursiones en horario escolar a las tiendas del centro de Madrid en busca de nuevas adquisiciones, y su posterior integración clandestina en la colección dentro del fortín materno, las compras masivas de números atrasados de una colección ya comenzada, las reediciones, los tomos recopilatorios en edición limitada... Y los que quedan por añadir...

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