viernes, 22 de enero de 2016

Mundo enfermo

El mundo se va a la mierda y nos vamos a quedar mirando embobados cómo se va al carajo, a través de nuestras pantallas de móvil y ordenador, reenviándolo a nuestros contactos, para que vean que seguimos estando al tanto de todo cuanto sucede.

El mundo entero va directo a la hecatombe de heces, avanza inexorable hacia un Apocalipsis anestésico que fugazmente será un deja vú en nuestro subconsciente para volver a sumirnos en el tedio inmediatamente después, porque nos aburre ver lo mismo una y otra vez pero somos incapaces de apagar la conexión digital y encender de nuevo la red social de la vida.

El calentamiento global nos deja fríos, porque siendo sinceros, son varias décadas escuchando hablar del fenómeno sin ser conscientes del todo de qué significa para las generaciones futuras, si llegan a sobrevivir. Las "catástrofes naturales" que nos dicen las noticias son sólo mecanismos de defensa del planeta, como la fiebre lo es en el cuerpo cuando hay una infección. Los terremotos se llevan sucediendo en el planeta desde que es planeta, igual que las olas de frío glacial, las sequías y las extinciones.

El mundo se va a la mierda a pasos agigantados, como si la solución para salir limpio del barrizal fuera lanzarse de cabeza hacia el centro del mismo, intentando rebozar el máximo posible de lodo por la máxima superficie de nosotros mismos. Insensatez ilógica que no se puede excusar en las decisiones de los líderes políticos y económicos del mundo, en cada mano está gastar menos, reducir nuestras necesidades diarias, volver aunque sea levemente a un ascetismo antiguo en nuestro vivir cotidiano.

¿Cuántos móviles necesitamos? ¿Es necesario salir con el coche cada fin de semana para ir a conocer una franquicia cervecera o gastronómica de otro pueblo? ¿Hay que estar permanentemente pendientes de un trasto que nos permite hablar con gente a la que tenemos en muchas ocasiones al lado?

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